24.9.08

DESINTERÉS INTERESADO E INTERÉS DESINTERESADO


El prójimo alaba el desinterés porque recoge sus efectos.
Friedrich NIETZSCHE
La gaya ciencia

Como réplica a esa amplia franja de ciudadanos que comparte de buena gana inercias y necrosis mentales en virtud de prejuicios derivados del amor al prójimo, y sin entrar a cuestionar las más que evidentes prácticas carroñeras de las organizaciones, gubernamentales o no, que utilizan la filantropía, la solidaridad y otros pastelosos conceptos para extender y preservar sus áreas de dominio, me gustaría ofrecer un par de observaciones refractarias a la opinión comúnmente aceptada sobre egoísmo y desinterés.

De entrada, hay que admitir que una vez esclarecidas con rigor crítico las llamadas acciones altruistas tras previo despojo de toda susceptibilidad ética, resulta difícil encontrar en las relaciones humanas una mínima huella de actos desinteresados, conclusión que no equivale a decir que el móvil de la voluntad sea siempre egoísta. Podríamos hablar de diferentes clases, estilos y grados de interés, ya que tampoco puede negarse la entrega mansa y sacrificio en aras de los otros, fenómenos extraordinarios con los cuales, sin embargo, el interés personal no sólo es compatible, sino en los que está presente e imbricado con relativa ambigüedad: dependiendo de la penetración analítica se encontrará su rastro, que desde luego puede ser muy indirecto, descompensado en relación a la inversión exigida y lesivo desde una visión más cautelosa, pero rastro al fin y al cabo. Incluso cuando no es posible discernir la persecución de algún tipo de ventaja en la persona que brinda su esfuerzo, apoyo y dedicación a los demás, no hay que dinamitar muchos mitos para detectar motivaciones menos idílicas en su origen, que a menudo tiene más que ver con el autoengaño (como en el caso del mártir religioso que cree estar en posesión de la verdad y se autoinmola... sin falsedad), con el miedo al descrédito (pienso ahora en el auxilio que se presta a un accidentado ante la mirada de una audiencia comprometedora), con fidelidades intragrupales (el soldado que con un gesto heroico salva a un camarada dando su vida) o con el puro instinto (cuántas madres no arriesgan su salud por el bienestar de sus hijos). Muchas acciones parecen sacrificios desinteresados porque se interpretan aisladas de su contexto específico, donde sin lugar a dudas adquieren otra importancia. Por supuesto, también existen actos generosos producidos por un amor genuino (el desvelo mutuo de los amantes sinceros, por ejemplo), pero ni son significativos en la distribución de los bienes y servicios de la sociedad, ni están exentos de interés particular cuando se examina con detalle lo que arriesgaría cada una de las partes implicadas, aunque sólo sea a nivel anímico, al renunciar a su responsabilidad afectiva. Además, es preciso destacar que la conducta altruista suele variar en proporción inversa a los peligros que acarrea su ejercicio, y que con demasiada frecuencia manifiesta ambivalencia moral en función de quien demande el sacrificio, de manera que el sujeto capaz de grandes obras en favor del estrecho círculo de sus seres queridos puede ser tremendamente desconsiderado u hostil con el extraño que le pide ayuda.

Para terminar, quisiera traer a colación una brevísima clasificación de las acciones humanas de acuerdo con las leyes de la inteligencia que enunció Cipolla, historiador y pensador italiano, al elaborar su teoría de la estupidez:

1. Una acción estúpida es aquella que causa un daño a otros sin obtener, al mismo tiempo, ningún provecho para quien la realiza, o incluso obteniendo un perjuicio. La persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que existe, sobre todo porque rara vez se percata de que lo es y suponen sus acciones.

2. La acción incauta es la que causa un beneficio a los demás a costa de un perjuicio propio.

3. Una acción malvada beneficia a su autor perjudicando a otros.

4. La acción inteligente beneficia a la persona que la ejecuta al tiempo que procura un beneficio a otras.

2 comentarios:

  1. Bueno, está bien, aunque muy simplista. Para no alargarme, el simplismo parte de la base de que sólo hay, en estos aforismos, dos "personas", "yo" y "los otros"... La realidad es infinitamente más compleja que esto...

    De todas formas, reconozco ser un tanto incauto, según esta clasificación. Claro que si me paro a pensarlo detenidamente...

    Tienes por aquí, en "Otras firmas" a mi admirado Escohotado. Me vale de ejemplo de persona muy inteligente, a la que admiro -y con la que sintonizo, en general- y que, sin embargo, tiene su parcela de estupidez en un terreno tan simple como la de ser un fumador empedernido... Al mismo tiempo, se ve en este ejemplo la debilidad de esta clasificación de Cipolla -vaya nombre más divertido, oye-: hay "otros" que se lucran del negocio, hay "otros" que salen perjudicados (con lo que me estaba gustando este jamón de pato y me viene el humo de Escohotado a xoderme...), luego está el supuesto "beneficio" de Escohotado, cuando esconde una simple adicción en la que se cayó por... estupidez. Para colmo, como es costumbre este vicio mutado de actitud hedonista, ni siquiera lo admitiría, con lo cual estamos ante un flagrante autoengaño.

    Y digo esto porque, si ni siquiera Escohotado, según yo creo, se libra de su porción de estupidez..., ¿qué nos queda a los más cortitos?

    Finalmente, fugazmente me pregunto: ¿quién se beneficia de haberle puesto un nombre tan fálico a este autor? Bueno, es una broma. El "pensamiento económico" es muy interesante, muy enriquecedor, nunca mejor dicho, y por ello mismo limitado. No obstante, la ética preside, siempre, todos nuestros actos, y no es casualidad que, como bien sabes, Adam Smith, el adalid del liberalismo -bien entendido-, se movía en el terreno de la ética, tanto en la pregunta que se planteaba (el origen de la riqueza), como en su sincera búsqueda intelectual.

    Por cierto, ¡no me digas que voy a desvirgar la caja de comentarios sobre Cipolla.
    ¡Que ilusión!, ¿o es altruismo?

    Saludos

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  2. Alejandro, tal como indicas la realidad es infinitamente más compleja que la barrera -por cierto, nada simple- entre "yo y los otros", pero por algún lado hay que empezar a recorrer el laberinto. No obstante, la utilidad de esta dicotomía conservará su vigencia en tanto siga habiendo una guerra total que no siempre permanece encubierta bajo las más refinadas formas de vida social...

    Aunque a título individual haya opciones sin duda menos beligerantes y mucho más lucrativas, tal como están las cosas en el mundo no me negarás que sigue siendo una aventura inteligente preguntarse quién obtiene qué beneficios y por qué sin salir perjudicado del proceso. De Escohotado, si me lo permites, hablaremos en otra ocasión.

    El recurso prestado de Cipolla adolece de lo mismo que todas las clasificaciones que pretenden empaquetar los hechos desde una "antropología de monedero": sólo atiende a lo que la naturaleza humana tiene de mercancía y deja en la sombra lo que no es objeto de pugna en las relaciones de poder; comparto, por tanto, tu objeción sobre las limitaciones típicas de dicho enfoque. Sin embargo, afirmar que la ética preside todos nuestros actos me parece que es poner el carro delante del caballo.

    Agradezco la manera nada ilusa -¿o egoísta?- que has tenido de desvirgar la entrada -para eso sirve Cipolla, jeje- y no sé si al hacerlo habrás sido inteligente o sólo incauto, pero desde luego tus palabras quedan bien situadas en el haber de ironías contenidas en el blog.

    Recibe mi más amistoso saludo.

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