28.8.14

NI ONDAS NI PARTÍCULAS

El mundo es necesariamente como es porque hay seres que se preguntan por qué es así.

A través del biólogo Rupert Sheldrake he tenido noticia —más vale tarde que alarde precoz— de que Samuel Butler, autor de la distopía Erewhon, la conocida sátira donde la enfermedad es castigada penalmente y los crímenes son manejados como trastornos sanitarios, escribió asimismo un ensayo en el que especulaba sobre los designios evolutivos de la naturaleza, de la que extrae la opinión de que «la vida es esa propiedad de la materia a través de la cual ésta puede recordar; la materia que puede recordar está viva». Con el diáfano aleteo de su observación en mente, ¿no se podría pensar que la capacidad mnemotécnica de la materia pone de manifiesto y sirve de confesión al ser hundido en el trance de las postrimerías?

Como en cada nudo autoconsciente se percibe la dualidad o recapitulación de un ente huidizo o que agoniza, cuando nos creemos artífices de nuestro destino descubrimos en él un mero despliegue de sucesos accidentales, y cuando nos convencemos de que somos humildes glosadores de lo fortuito comprobamos que todo, empezando por nuestra existencia, más que un proyecto planificado llega como el eco distante de un mundo extinto.

Miniatura tomada del folio 33r del manuscrito medieval Speculum humanae salvatiotis, en concreto de la versión que se conserva en la Biblioteca Nacional de Francia

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